El microtráfico y la razón de los cretinos

El rostro del microtraficante es el rostro de la pobreza pos moderna, como gustan llamar los cientistas sociales a la época que transcurre. El contacto es rapidísimo, sin cruce de palabras, bastan las miradas para establecer un diálogo. Un diálogo de esclavos, de un lado los esclavos del traficante mayor, del otro lado el consumidor, ambos saben en el espiral sin fondo en que se mueven, sin embargo siguen como predestinados su momento existencial.

Son la base de una estructura inmensa que domina el mundo. El negocio creado más grande de la historia, conjuntamente con la venta de armas. El tráfico de drogas, la prohibición del consumo, la destrucción de la vida, el espiral de una estrategia anti drogas que raya en la estupidez; la mentira hecha realidad por los medios de comunicación, cuyos dueños todos los días se ensucian las manos con el dinero manoseado del tráfico. Los gobiernos, políticos, empresarios, dirigentes deportivos, gente de la TV, todos involucrados en la producción, tráfico y consumo de drogas, y los únicos visibles son los microtraficantes que llenan las cárceles de países como Ecuador.

El juego es simple y a la vez complejo. Se trata de posicionar al microtraficante como la razón y fin último del combate al tráfico. Es simple, la policía sabe quienes trafican en las esquinas, en las calles, en los parques, de las ciudades. En su mayoría son gente pobre, sin preparación académica, de hogares económicamente quebrados. También en la mayoría de los casos son hombres, mujeres que no encajan en el sistema de producción del capital, por lo tanto la función asignada es la de proveer, la exponerse, la de hacer de conejillos de indias, la de penar en cárceles donde la miseria, ya de por si parte de sus existencias, se hace carne en su vida.

El juego es simple. Un “combate al tráfico” de pequeñas cantidades para hacer de pantalla a la realidad. La realidad de que el dinero del narcotráfico permea toda la estructura jurídica, económica, política y social orquestada desde el poder. El juego es simple, la policía tumbando puertas a la madrugada en los suburbios, en las favelas, en las villa miseria, arrestando a la carne de cañón de los poderosos traficantes, mientras estos aparecen frente a la opinión pública como los modelos a seguir socialmente. El juego es simple, la prensa martillando todos los días con la crónica roja, recreando todos los días la tragedia de los pobres, exponiendo cual inquisidores sus rostros, sus escondrijos, su silencio, su “maldad” para que los cretinos sentados frente a la TV se sientan seguros y aliviados de no ser parte de esa tragedia, cuando al igual que los “otros” estamos empapados hasta las narices por la podredumbre que hace show la TV.

La razón última de la tragicomedia es mantener el castillo de naipes. La razón última es mantener el silencio como garantía de que un día no se derrumbe el castillo. La Razón última es la narco-democracia capitalista que es la primera y última razón del poder.